A medida que el calentamiento de la atmósfera intensifica las inundaciones, sequías, olas de calor, incendios forestales y otros patrones de clima, se acelera también la pérdida de tierras y su degradación.
Todo ello, sumado a la sobreexplotación agrícola, amenaza la supervivencia del cultivo de determinadas especies que suelen ser productos placenteros para nuestros paladares y habituales en nuestras mesas. Si la producción desciende, es cuestión de poco tiempo que lleguen a convertirse en productos de lujo e incluso desaparecer.
Chocolate
En dos de las regiones productoras por excelencia del cacao a nivel planetario, Ghana y Costa de Marfil, (ambas acaparan el 53% de la producción mundial), el incremento de temperatura de más de dos grados centígrados para 2050 afectará a este cultivo. Así lo indica un informe del Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT) el cual asegura que los actuales árboles de cacao, -especialmente sensibles al calor y demandantes de agua-, no podrán afrontar el incremento progresivo de un grado centígrado a partir de 2030 en adelante en estas regiones del África Occidental.
El 90% de los cultivos de cacao actuales no serán aptos para 2050, de ahí la importancia de buscar en estas décadas especies que sean más resistentes a las altas temperaturas.
Café
Uno de los productos estrella de los que casi nadie puede prescindir corre peligro ante el cambio climático, en especial la variedad más preciada, la arábica. Grupos de investigación como el World Coffee Research o los científicos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) auguran que las principales regiones caficultoras como Vietnam, Indonesia, Colombia o Brasil verán afectada su producción por este incremento de temperaturas, así como por prácticas poco sostenibles.
En algunos casos el modelo de producción industrializado, la sobreutilización de fertilizantes, de agua y la eliminación de árboles de sombra está causando un fuerte desequilibrio medioambiental y sostenible en el tiempo.
Cerveza y pasta
La mayor tendencia a sufrir sequías y el aumento de temperaturas provocados por el cambio climático amenaza a las cosechas de los tres principales cereales que sustentan buena parte de la alimentación a nivel mundial: trigo, arroz y maíz. La intensidad y frecuencia de períodos secos afecta especialmente al trigo ya que, al tratarse de un cultivo de invierno que mayoritariamente se cultiva en secano, depende de las precipitaciones, las cuales ya empiezan a escasear.
Pero no será, ni es, el único cereal afectado por estas condiciones climáticas. La cebada, con la que se elabora la preciada cerveza, también se está viendo afectada. A medida que avance el siglo XXI, la cerveza escaseará y será más cara, ya que, como indican los resultados de una investigación llevada a cabo por científicos de varios países, la producción de cebada podría reducirse en un 17% a nivel mundial y hasta en un 40% en los tres países con mayor tradición cervecera: Alemania, Bélgica y República Checa en los momentos de mayores sequías.
Miel
El uso excesivo de pesticidas y otros químicos, el cambio climático o la pérdida de hábitats, entre otros factores, ha mermado un 40% la población de abejas y de otros insectos polinizadores a nivel mundial. Desde hace más de una década, apicultores y asociaciones ecologistas, como Greenpeace, vienen advirtiendo del daño que se está causando a las abejas y de las consecuencias que puede suponer para el equilibrio de nuestros ecosistemas.
Arroz
El arroz, uno de los alimentos básicos y más consumidos en el mundo, también se encuentra en riesgo. La sequía afecta especialmente a sus cultivos, ya que es necesario inundar las plantaciones. Además, el exceso de demanda que se estima que se producirá a partir de la mitad de siglo complicará la situación, y es probable que incremente los precios.
Pero no todo está perdido. Hay maneras en las que se pueden ir atendiendo las crisis alimentarias incipientes, aunque estas necesitarían una reevaluación enorme del uso que les damos a las tierras y de la agricultura mundial, así como del comportamiento que tenemos como consumidores.
Las propuestas incluyen mejorar la productividad de la tierra, desperdiciar menos alimentos y convencer a más gente de que su dieta no dependa tanto del ganado y de la carne. Como consumidores también podemos generar cambios y llevar a cabo algunas acciones que provocan un impacto positivo como comprar productos de temporada, locales, ecológicos y procedentes de pequeños agricultores.
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